martes, 25 de diciembre de 2007

Mamás a prueba de maestros

Son numerosos los padres de familia que no se interesan por la trayectoria escolar de sus hijos, ni para bien ni para mal. No importa por ahora la razón o la sinrazón, pero el hecho es que tienen su mente habitualmente fuera de su escuela y de cualquiera de sus vicisitudes cotidianas, resistiéndose con admirable perseverancia a todas y cada una de sus convocatorias. Ese es el segmento de padres cuya conducta displicente sirve a los maestros para argumentar acerca de la imposibilidad de educar a niños cuyas familias no apoyan la labor del docente. Así, se ha construido una ecuación aparentemente infalible, convirtiéndose en realidad en una suerte de profecía destinada a cumplirse de un modo u otro: niño cuyos padres no apoyan al profesor, niño que termina mal. Niños cuyos padres no acuden a las citaciones de sus maestros, niños que darán problemas.

No obstante, son muchos los padres, en especial madres, que no dejan de acudir a ninguna citación del colegio ni de responder cualquier nota de los profesores de sus hijos, no importa el tema o el tono ni la oportunidad. Conscientes de la importancia de mantener la comunicación abierta y fluida entre la familia y el colegio, movidos genuinamente por el interés en sus hijos, son todo oídos para sus profesores y están siempre dispuestos a hacer lo que les indiquen, entregándoles confianza y aceptando de buena fe todas sus advertencias y recomendaciones.

Es entonces cuando empiezan los problemas para muchos niños. Cuando Eduardo sintió necesidad de atender el pedido de ayuda de uno de sus compañeros y volteó a escucharlo, porque Eduardo es usualmente un niño bastante amable, fue inmediatamente amonestado por el profesor porque «no es la primera vez que digo que hagan su tarea en silencio y se ponen a conversar en la clase». Amonestación escrita para Eduardo. Cuando Marta con toda inocencia y espontaneidad comentó en voz alta su fastidio por la monotonía de la clase de historia y preguntó si no había un video sobre ese tema, porque Marta es una niña que sabe decir lo que piensa en toda circunstancia, fue acusada de atrevida por el profesor y ridiculizada su ocurrencia delante de toda la clase. Amonestación escrita para Marta. Cuando Gonzalo, que acaba de entrar al primer grado con inmensa motivación y un gran sentido de responsabilidad, abrió su paquete de galletas antes de sonar el timbre de recreo, fue regañado duramente por su maestra quien dijo en voz alta que ella no iba a permitir ningún desorden en su clase. Amonestación escrita para Gonzalo.

Las mamás de Eduardo, Marta y Gonzalo van siempre a hablar con sus maestros cuando las llaman, escuchan todas sus quejas y sus niños, no importa lo generosos, sinceros y responsables que hayan demostrado ser a lo largo del año, se vuelven motivo de preocupación familiar. Pero ahí no queda todo. El día que la madre de Gonzalo se atrevió a contradecir a su maestra, señalándole lo injusto de sus reproches y los errores que estaba cometiendo en el manejo del aula, Gonzalo se convirtió en el niño más observado de la escuela. Quiero decir, que su maestra y la directora, a quien no le agradan los padres quejosos, se dedicaron a llevar el apunte de todos los defectos y equivocaciones del niño a fin de escarmentar a la madre, demostrándole a como de lugar que su hijo no es ningún angelito.

A veces me pregunto si no sería mejor para los niños, a quienes nunca nadie les pregunta su punto de vista sobre las acusaciones que reciben de adultos intolerantes al modo de ser de los niños, tener mamás a prueba de maestros. Al menos, a prueba de aquellos que se parecen a los de estas historias.

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