jueves, 23 de octubre de 2008

Tres Historias sobre la Inferioridad del Tercio Superior

La primera vez que me enteré sobre tercio superior, fue por un e-mail de felicitación que me envió una compañera de estudios. Me informaba que yo estaba considerado en el tercio superior de la facultad de Educación. La noticia me alegró más por la sinceridad de la felicitación que por el puesto logrado. Hasta ese momento consideraba que el merito no podría servir para otra cosa que el triste e infeliz arte de la pedantería. Una rápida revisión de los diarios peruanos en línea me radiografió la magnitud de lo que primero consideraba una frivolidad inocua, propia de nuestro vetusto sistema educativo peruano. La decisión del gobierno de Lima de contratar solo a aquellos que hayan egresados como parte del tercio superior de las escuelas de educación del país, a provocado reacciones encontradas a favor y en contra del mentado Decreto Supremo. No voy a aportar más sangre ni tiempo a las cuestiones legales o de forma. Déjenme simplemente contarles tres historias, sobre tres seres reales pero con nombre falsos. Tres historias que reflejan la complejidad que no cubre la simplona norma Aprista. Una norma embaucadora, burda, “populista” y discriminadora; un chanchullo de papel, tinta y bosta de búfalo, conocida como Decreto Supremo Nº 004-2008-ED o Decreto del Tercio Superior.

Claudia es guapa, sus padres son ambos profesionales, y cada día llegaba en su auto a la Facultad. Tacos altos, jeans de 100 dólares, espalda descubierta y lentes de sol. Su ingreso convertía al aula en un “catwalk”. En casa tiene una supercomputadora con conexión a Internet. Sus jueves, viernes y sábados son de juerga en alguna disco ficha. ¿Algo de malo en eso? No, para nada. Claudia es una chica que sabía combinar muy bien la diversión con los estudios y, como la mayoría de los jóvenes, le gusta verse bien. A Claudia le hubiera gustado ser psicóloga, pero sus padres no quisieron enviarle a estudiar al extranjero. Optó por estudiar Educación en Idiomas –No me quedaba otra pues - me contó un día. Detestaba la idea de tener que enseñar, y egresó con buenas calificaciones. Claudia pertenece al tercio superior.

Karina, es una compañera que muchas veces llegaba tarde. Agitada y sudorosa, se atolondraba en sus intentos de dar una excusa “aceptable” por su tardanza. Karina estudiaba idiomas y trabajaba como profesora de inglés en una escuelita humilde, en una barriada. Sus padres son campesinos humildes que viven en el sur de Junín. Ellos no pueden enviarle todo el dinero que Karina necesita para dedicarse a estudiar a tiempo completo. Ella tiene que trabajar para pagarse los libros, la matrícula, el transporte, el cuartito que alquila y su comida. Sus calificaciones negativas son más el resultado de la situación que le toca vivir que por su falta de capacidad como estudiante. Si el ministro de educación la viera en su aula, repartiendo abrazos, divirtiendo a sus niños con figuras de cartulina que ella misma hizo en las horas que le robó al cansancio. Yo, a lo mucho imprimiría alguna foto que me bajé de Internet para motivar a esos pequeños, que para mi son “Chukis” y que para Karina son como ella suele llamarles: “tesoros”. Karina, ironía del destino, no pertenece al tercio superior. Su capacidad como docente nunca podrá probarla.

José es un estudiante regular. El francés simplemente “no le entra”, pero nadie le gana en el inglés. José esta hoy en el cuarto año de estudios de educación y vive el inglés como muy pocos estudiantes. Colecciona canciones, se baja las letras y las canta. Lee revistas en inglés y las usa activamente en sus clases de Práctica Profesional. –Hasta ahora solo me han “jalado” en dos cursos, pero voy bastante bien- me contó un día mientras charlábamos de nuestros planes para el futuro. En ese entonces, ni José ni yo sabíamos que esos pocos jalados y uno que otro once lo sacarían del tercio superior. A punto de iniciar el último año de estudios, José debe estarse preguntando: ¿Por qué debo seguir estudiando hasta el final si no voy a encontrar trabajo cuando egrese?

Los alumnos destacados merecen el reconocimiento a sus logros académicos, sin embargo tales logros no deben ser el único criterio a aplicarse para contratar a algunos docentes, ni una excusa para excluir a otros. Concuerdo con León Trahtemberg, cuando dice que este decreto es doblemente discriminatorio, pese a las justificaciones bobaliconas del premier del Castillo. La norma, según Trahtemberg, discrimina por un lado a quienes pese a haber estudiado cinco años, en la misma universidad y con los mismo docentes no puedan postular a una plaza por no ser parte del tercio superior. Por otro lado, la norma también discrimina a estudiantes que, como José, están en los últimos años de estudios y no son parte del tercio superior, pues al iniciar sus estudios no podrían saber de la existencia de la norma en el futuro.

La calidad de nuestros futuros docentes requieren medidas mucho más complejas que la promulgación de decretos hipócritas, chantajistas y populistas. La formación docente en nuestro país debe pasar, en mi opinión, por tres cambios radicales: una mejor selección de los aspirantes a la docencia, incluyendo entrevistas personales y tests psicológicos; la desaparición de TODOS Los Institutos Superiores Pedagógicos y Facultades de Educación para formar la gran Universidad Nacional de Ciencias de la Educación y, para complementar esta medida; otorgar un crédito de estudios a todos los ingresantes a dicha universidad para que los estudiantes se dediquen solo a estudiar. ¿Qué, no hay recursos? ¿Un gasto de ese tipo detendría nuestro crecimiento económico? Por favor, para aceptar excusas como esas hay que ser un verdadero miembro del tercio más inferior de la escuela aprista, que no es lo mismo pero es igual.

Karina tendrá que esperar una modificatoria a la norma o se quedará desempleada, con un título que ni siquiera le protegerá de la lluvia. Claudia ya trabaja, como cajera en un banco, pues la docencia no tiene el status ni el sueldo que le interesa. José no entiende por qué no le informaron de la norma el primer año de estudios. Los Josés necesitan una oportunidad para demostrar que son o pueden ser tan buenos como sus compañeros del tercio superior. Nuestros niños necesitan más Karinas y menos Claudias. Necesitan seres con la vocación y el deseo de enseñar y de aprender. Nuestra educación necesita un gobierno que vea la enseñanza pública de calidad como un derecho universal y como el motor más poderoso para el crecimiento y el desarrollo de un país. Nuestro país necesita, urgentemente, un nuevo gobierno.